Mes: enero 2022

Los 91 años del Profeta de la oscuridad nueva

Yo no sé bailar, sé escribir… a duras penas. Sé leer por ejemplo la palabra «nada» y sé que es terrible que la vida vaya a terminar así, como en una cascada, luego de venir de un nacimiento normal de entre dos piernas abiertas sin dar razón cuándo fue que uno se metió allí… La nada me tranquiliza mucho pero también me causa una versión trágica a futuro, por ejemplo cuando veo mi billetera vacía. ¡ Al menos tengo billetera! aunque estoy muy inconforme con ella ya que aunque tengo por amigo a un Maestro del cuero, me cosuelo con una billetera de lona y velcro… Y no es lo único «aún no encuentro el lapicero preciso con el que mi letra no quede como un raspado de gallina, y me he llenado de plástico como esas modelos que inconformes con sus cuerpos los llenan de cosas sin alma». Yo no creo llegar a tal grado de vejez, son noventa y un años en que Gonzalo Arango sigue tan vigente como siempre, aunque descontando los primeros años que no fue famoso, el Profeta que postulo al Nadaísmo como una onda de choque ante lo aburrida que había sido la vida hasta entonces, creyendo en el mismo cielo y el mismo dios y trazando la misma cultura profana y de una inmensa y rutinaria obediencia. Quisiera tener la valentía del Profeta para desaprender lo aprendido, de tomar café y no dormir y desesperar al punto de tener rostro y letras de tragedia, es el costo final por ser un dramaturgo con líos y mitos pendientes como Dillinger.

Gonzalo Arango el santo más flaco de nuestros tiempos, con ojos inyectados de negro, con el cabello en llamas como Sayayin, con la risa del capitán Centella o con la voz de Hitchcock anunciando la buena nueva de que ser Nadaísta es mejor que ser dios, porque la salvación no esta para afuera sino para dentro, que la noche es cómplice y el día denuncia, que el manifiesto es la rebelión ante la barbarie, que la política es otra forma de prostitución y que la educación sexual es dar gracias después de hacer el coito interruptuos o lo que sea. Llegará el momento de que nos vaciemos de tanto invento corporeo furtivo y comencemos en serio a vivir, a reconocer a la naturaleza como nuestra creadora y a nuestro sol como cómplice de la realidad tardía, al animal como prójimo y a la nada como la primera materia prima, vivimos de lo queno vemos.

La nada se encarga finalmente de todo, así que Gonzalo tenía razón «nada es de nadie».