Periscopio a la realidad

Alexis Mendoza

Yo no le creo al Profesor cuando dice que uno y uno son dos.

¡Qué barbaridad es esa!

A mi se me hace que son tres.

O pongan a un macho viril con una hembra y verán en nueve meses.

Los Profesores se creen razonables, y se embriagan con la razón y creen jamás equivocarse, pero sus vida son como un rosario de trivialidades un atrio de traiciones a sus convicciones.

El sistema les paga a los Profesores para que difundan la falsedad. El Teorema de Pitágoras y cosas por el estilo que uno jamás de los jamases usará. ¿O acaso en el ejercicio del sexo le importará uno que su dama de turno tenga su vagina como un triangulo? A uno lo que le importa es que su cateto entre bien en la hipotenusa.

Yo por eso renuncié a la academia antes que me lanzarán. Estaba con matrícula condicional y me faltaba un pelo de gato para irme. Así que me fugué. Y la queja se la fueron a poner a mi mamá, y ella para mi sorpresa me defendió con la razón de que fuera de el colegio pareciera que yo estudiara más. Y era cierto, comencé a traer y llevar libros que absorbía con una curiosidad enfermiza, a tal punto de que tenía los ojos rojos de diablo por tanto leer.

Y las nenas del Colegio ni en la teoría podían descubrir el himen. Y los otros tampoco sabían en donde es que está el Himalaya, menos el monte Vesubio.

Yo tomé las riendas de la vida y presenté el examen de suficiencia otorgándome el titulo de Bachiller término que me sonó a «chilletas» y los del ejército no pudieron llevarme porque me miraron ciego para los combates.

Yo prefería la paz y el amor fortuito, sabía que algún día me aburriría y comenzaría a odiar todo.

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